En la cárcel Timisoara de Rumanía, el reo Pavel M. redactó una demanda contra Dios en la que le acusó de "estafa, ocultamiento, abuso contra los intereses de la gente, soborno y tráfico de influencias". El argumento del preso --condenado a 20 años por asesinato-- era que el "día que me bauticé firmé un contrato con Dios, y ese contrato obligaba a la contraparte a mantenerme alejado del Diablo y de cualquier problema, por lo tanto no soy culpable, sino víctima de incumplimiento contractual"
(Pavel.M, Iluminado)
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